Quizá si echamos la vista atrás unos miles de años, para comprender como funcionaba nuestro organismo ante situaciones que amenazaban nuestra supervivencia, podamos responder a las exigencias de esta pandemia que nos ha tocado vivir.
Sí, es cierto que el mundo ha cambiado mucho en comparación con la vida que llevaba el Homo sapiens durante el paleolítico y asistimos a un fenómeno de globalización mundial sin precedentes. Es por ello que la pandemia del coronavirus se ha extendido tan rápidamente. Pero, ¿por qué no utilizar esta globalización también para responder de forma más contundente a nivel de sociedad?
Me explicaré. La idea es actuar como si la sociedad fuese un solo organismo y dar una única respuesta.
¿Y qué hace un organismo ante una infección viral? Una infección por cualquier patógeno no es más que una situación de estrés en la cual el organismo pondrá en marcha todos aquellos mecanismos fisiológicos que le permitan dar una respuesta satisfactoria contra el agente infeccioso. Así se mantendrá la supervivencia del individuo y de la especie, pues no olvidemos que genéticamente venimos programados para cumplir esa doble función.
A pesar del paso de los años seguimos reaccionando ante las situaciones de estrés de la misma forma que lo hacíamos hace miles de años. El ambiente en el que vivimos ha cambiado muy rápido, pero no así nuestro código genético.
Bien, ahora voy a intentar hacer un símil entre un organismo y una sociedad, como si ambas fuesen la misma y única cosa.
Ante una infección por un virus (un reto inmunológico), en la cual nuestra vida corre peligro, el sistema inmune (SI) se comporta de una manera “egoísta” y toma el mando de la situación para asegurarse un aporte continuo de energía (glucosa principalmente) para poder hacer frente al invasor. En consecuencia otros órganos y sistemas se ven desprovistos de esa energía, como es el caso del sistema digestivo, la piel, el aparto reproductor, el sistema musculoesquelético (si estamos en reposo)… Es decir, apaga aquellos sistemas que no son esenciales para la vida.
Otro mecanismo que pone en marcha el SI es la llamada “conducta de enfermo”, la cual está muy ligada a la anterior. El SI produce una serie de moléculas inflamatorias llamadas citoquinas que alcanzarán el cerebro y generarán aislamiento social, apatía, conducta depresiva, falta de motivación y de apetito, fatiga, somnolencia…
Este comportamiento también nos hace tener un menor gasto de energía, ya que no nos movemos mucho, no comemos, dormimos más… Nuevamente para dejar la energía a disposición de quien más lo necesita, en este caso el SI.
Y te preguntarás, ¿Qué sentido evolutivo tiene esta conducta de enfermo? Pues bien, he aquí el quid de la cuestión, este comportamiento nos “obliga” de alguna manera a no tener contacto social con los otros, con la tribu y así proteger al resto de individuos de un posible contagio y finalmente asegurar la supervivencia de la especie. Creo que ya ves a donde quiero llegar…
¿Y qué pasa con el cerebro que es un órgano que necesita también mucha energía? Pues se le considera igualmente “egoísta”, pero cuando el SI se encuentra muy activo la prioridad es éste. Verás por qué hago esta puntualización más adelante.
Si la batalla es dura habrá daños colaterales: algunas estructuras y tejidos van a verse dañados para satisfacer la demanda de energía que precisa el SI para vencer al virus. Estamos inmersos en un proceso totalmente catabólico (destructivo).
Llega la hora de extrapolar este mecanismo de respuesta adaptativa a nuestra sociedad, a cada uno de nosotros, estemos donde estemos, seamos quien seamos… Si somos capaces de responder como una unidad organizada y evolucionada venceremos!!!
Como “organismo social” nuestro sistema inmune es nuestro SISTEMA SANITARIO, pues entenderás que son nuestros sanitarios e investigadores los que deberían tomar el mando de la situación y hacer que en estos momentos la mayor parte de los recursos (energía) se vuelquen en sanidad y no en cosas superfluas.
La mayor parte de la población somos no esenciales en esta batalla, somos órganos y sistemas secundarios, así que deberíamos quedarnos en casa como “enfermos” (lo estemos realmente o no) y evitar el contacto social con los otros, aunque esto suponga unos daños colaterales (económicos entre otros) que posteriormente intentaremos superar. Solo así disminuiremos la probabilidad de contagio, ayudando a preservar nuestra especie, si es que lo merece.
Por otro lado los CUERPOS DE SEGURIDAD del estado serían esas moléculas del SI (citoquinas) que están al servicio de la sanidad garantizando seguridad, limpieza, nuevas infraestructuras… y por otro lado asegurando que la población no esencial cumpla con su conducta de enfermo.
Cierto es que necesitamos de un aporte de energía mínimo y es aquí donde entran COMERCIOS DE ALIMENTACIÓN, TRANSPORTISTAS… porque la lucha puede ser larga. Ruego que me perdonéis si me dejo a alguien esencial por el camino.
Y para terminar, ¿qué pasa con el cerebro, la “máquina pensante”? Pues aquí tenemos a nuestros POLÍTICOS (todos), más preocupados por salvar su imagen que por garantizar una respuesta eficaz. Ya lo dijimos, el cerebro también es “egoísta”, lo que ocurre es que en este caso no debería ser lo prioritario. Quizá restarles un poco de energía ayudaría en la victoria.
Y cuando todo esto pase, porque pasará, ¿entonces qué? No es la primera vez que como especie nos hemos enfrentado a retos de este tipo. Hemos vivido hambrunas, guerras, epidemias… y aquí estamos. La cuestión es ¿aprenderemos algo de todo esto como “organismo social”?
De la misma forma que tras una situación de estrés el cortisol ayuda a fijar una respuesta eficiente (un aprendizaje) para saber reaccionar ante futuras situaciones similares, nosotros, como sociedad, deberíamos aprender algo de todo esto…
Solo así habremos logrado integrar una respuesta adaptativa, lo que significa que habremos superado este reto inmunológico actual con un beneficio evolutivo a pesar del gasto requerido.
«Por la supervivencia de nuestra especie… quédate en casa!!!»
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